Sigueron camimando por la senda, pero pronto se dieron cuenta de que estaban perdidos, y trataron de regresar a los escalones pero por más que buescaban no podían dar con los escalones de madera; así que, habiendo hallado un pequeño resguardo, se sentaron allí hasta la venida del día, y la fatiga y cansancio cerraron sus ojos para el sueño. |
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Pero no lejos de donde estaban había un castillo, que se llamaba Castillo de la Duda, y cuyo propietario era el Gigante Desesperación, a quien pertenecían también los terrenos en donde se habían echado a dormir. |
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Habiendo madrugado el Gigante, paseándose por sus campos, sorprendió a los dormidos Cristiano y Esperanza. Con voz áspera y amenazadora les despertó, y preguntó de dónde eran y qué querían en sus campos. -Somos peregrinos-dijeron-y hemos perdido el camino. -Miserables-dijo el Gigante-, habéis violado mis terrenos esta noche, pisando y echándoos sobre mi césped, y así sois mis prisioneros- A esta intimación nada tuvieron que hacer más que obedecer, porque podía más que ellos, y se reconocían transgresores. |
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