Seguían su camino, cuando llegaron a un río agradable, que el Rey David llamó el "río de Dios" y Juan el "río del agua de la vida". Precisamente tenían que pasar por la ribera de este río. Grande era el placer que esto les hacía sentir, y más cuando, aplicando sus labios al agua del río, la hallaron agradable y refrigerante para sus espíritus fatigados. |
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Además, en las orillas del río crecían árboles frondosos que llevaban toda clase de frutos, y cuyas hojas servían para prevenir toda clase de indigestiones y otras enfermedades que suelen sobrevenir a los que, con el mucho andar, sienten acalorada su sangre. A uno y otro lado del río había también praderas hermoseadas de lirios, y que se conservaban verdes durante todo el año. En esta pradera, pues, se acostaron y durmieron, porque aquí podían descansar seguros. Cuando despertaron comieron otra vez; la fruta de los árboles y bebieron del agua de la vida, volvieron a echarse a dormir, haciendo esto mismo durante algunos días y noches. |
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Cuando ya tuvieron intención de seguir su camino (porque todavía no habían llegado altérmino de su viaje), habiendo comido y bebido, partieron. |
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