Y emprendieron juntos la marcha. Obstinado se volvió solo a la ciudad, lamentándose del fanatismo de sus dos vecinos. Estos continuaron su camino, hablando amistosamente de la necia terquedad de Obstinado, que no había podido sentir el poder y terrores de lo invisible, y la grandeza de las cosas que esperaban |
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 | Yo sé lo que nos espera, pero no hallo palabras pare explicartelo. Abramos el libro y leámoslas en él. |  |
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 | Pero, ¿y tienes convencimiento de que sea verdad lo que el libro dice? |  |
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 | Sí, porque lo ha compuesto Aquel que ni puede engañarse ni engañarnos. |  |
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 | Leéme, pues |  |
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 | Se nos dará la posesión de un reino que no tendrá fin, y se nos dotará de vida eterna para que podamos poseerle para siempre. Se nos darán coronas de gloria y unas vestiduras resplandecientes como el sol en el firmamento. Allí no habrá llanto ni dolor, porque el Señor del reino limpiará toda lágrima de nuestros ojos. |  |
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 | ¡Qué bello y magnífico es esto! ¿Y cuál será allí nuestra compañía? |  |
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